Era otra de sus primeras veces.
Era otra de las cosas que por cualquier motivo que hubiera querido el destino,
yo podía cumplirlo.
Como cada verano, el hogar
aumentaba de convivientes y aunque era un poco más trabajoso, el
entretenimiento era mayor y las horas pasaban más rápidas. Los deberes de
repaso de verano nunca fueron de mi agrado, si daban vacaciones era para poder
desconectar, pero es cierto que en críos tan pequeños, lo aprendido si no se
recuerda, se olvida mas fácilmente y en el nuevo curso le costarías más.
No era la mejor época para hacer
regalitos ni da caprichos porque sí a una ni otra, axial que decidí que los
pocos que hubieran, seria provechosos y de su gusto; seria libros.
Me hizo gracia verme en la
papelería, buscando entre unos tantos de libritos el más adecuado para ella. Su
primer libro de lectura que no fuera una cartilla del colegio.
La encontré, María Menéndez
Ponte. Esta mujer ha alegrado tantas tardes de mi adolescencia, que no podía
fallar.
“Pupi va al hospital”
De todo esto, lo bueno que se
saca son los recuerdos. Los de cada noche a partir de las once y según el
cansancio acumulado del día, cuando coges tu libro y tu botellita de agua,
preparas tus chupes y los dejas en la estantería de encima, y colocas la
almohada sentándote en tu lado de la cama. Entonces me llamas. Y estas
preparada para tu última actividad del día y de las más importantes para ti:
leer.
Sílaba a sílaba, reconociendo
letras poco a poco, recordando las que te cuestan y disfrutando con las que
sabes al dedillo. Aprendiendo las triples y las erres que tan difíciles se te
hacen. Sonriendo con cada palabra bien dicha.
45 minutos para cinco frases
cortas en las que me colmo de paciencia y comprensión, en las que me muerdo la
lengua cuando te atascas para no correr a sacarte de la duda, y en la que
aguanto la risa simpática de tus pequeñas equivocaciones, que a tu edad, se
hacen tan divertidas.
Cuando acabas, es cuando te
recuestas sobre mi hombro y entonces si que disfrutas: “léemelo tu, Teste”. Y
entonces, yo te leo desde el principio del librito, para que entiendas lo que
hemos estado haciendo, y disfrutes de ese pequeño marcianito que tantos líos se
hace. Y para disfrutar yo también, de forma indirecta, con tu pequeño nuevo
logro de ese día.
Se apaga la luz y duermes
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