jueves, 5 de julio de 2012

Pupi





Era otra de sus primeras veces. Era otra de las cosas que por cualquier motivo que hubiera querido el destino, yo podía cumplirlo.
Como cada verano, el hogar aumentaba de convivientes y aunque era un poco más trabajoso, el entretenimiento era mayor y las horas pasaban más rápidas. Los deberes de repaso de verano nunca fueron de mi agrado, si daban vacaciones era para poder desconectar, pero es cierto que en críos tan pequeños, lo aprendido si no se recuerda, se olvida mas fácilmente y en el nuevo curso le costarías más.
No era la mejor época para hacer regalitos ni da caprichos porque sí a una ni otra, axial que decidí que los pocos que hubieran, seria provechosos y de su gusto; seria libros.
Me hizo gracia verme en la papelería, buscando entre unos tantos de libritos el más adecuado para ella. Su primer libro de lectura que no fuera una cartilla del colegio.
La encontré, María Menéndez Ponte. Esta mujer ha alegrado tantas tardes de mi adolescencia, que no podía fallar.

“Pupi va al hospital”

De todo esto, lo bueno que se saca son los recuerdos. Los de cada noche a partir de las once y según el cansancio acumulado del día, cuando coges tu libro y tu botellita de agua, preparas tus chupes y los dejas en la estantería de encima, y colocas la almohada sentándote en tu lado de la cama. Entonces me llamas. Y estas preparada para tu última actividad del día y de las más importantes para ti: leer.
Sílaba a sílaba, reconociendo letras poco a poco, recordando las que te cuestan y disfrutando con las que sabes al dedillo. Aprendiendo las triples y las erres que tan difíciles se te hacen. Sonriendo con cada palabra bien dicha.
45 minutos para cinco frases cortas en las que me colmo de paciencia y comprensión, en las que me muerdo la lengua cuando te atascas para no correr a sacarte de la duda, y en la que aguanto la risa simpática de tus pequeñas equivocaciones, que a tu edad, se hacen tan divertidas.
Cuando acabas, es cuando te recuestas sobre mi hombro y entonces si que disfrutas: “léemelo tu, Teste”. Y entonces, yo te leo desde el principio del librito, para que entiendas lo que hemos estado haciendo, y disfrutes de ese pequeño marcianito que tantos líos se hace. Y para disfrutar yo también, de forma indirecta, con tu pequeño nuevo logro de ese día.

Se apaga la luz y duermes

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