viernes, 27 de julio de 2012

Cosas de Casa





La familia funciona como un sistema. Como tal, establece canales de comunicación entre sus miembros, los protege de las presiones exteriores y controla el flujo de información con el exterior, siendo su meta conservar la unidad entre los miembros y la estabilidad del sistema.
Cuando hay demasiada permeabilidad, el sistema se cierra y se aísla, provocando desviaciones significativas en las interacciones que se dan entre los miembros de la familia, lo cual lleva al sistema a un estado de desequilibrio… como quizás, fuera en este caso.
La confianza, tan trepa como de costumbre, comenzaba en ocasiones a dar asco; y lo que siempre había sido cordial, amistoso y cariñoso, paso a ser durante una temporada déspota, frío e indiferente. Había daño, y como todo daño, necesitaba de su tiempo para recuperarse.
Normalmente suelo tener explicaciones para todo, y cuando digo todo, es absolutamente todo, siendo estas siempre de tipo positivo, es decir, aquellas explicaciones en las que no hay culpables sino simples situaciones que alteran el resultado, bien sea de una acción no esperada, una palabra o un mal gesto. Supongo que como todo en la vida, las explicaciones también se agotan y empiezas a preguntarte por las causas. En esta preciso momento buscaba algo que no existía por más vueltas que le diera, y si preguntaba a los de mi alrededor, tampoco sabían dármelas, por mucho que les disgustara no hacerlo.
Hacía tiempo que sabía que estaba creciendo por el simple hecho de que realizaba críticas a aquello que mas me dolía, pero debía ser realista conmigo misma. Aquel día sin embargo, me sentí súper pequeña: no era el daño en sí, ni tampoco la situación… había sido un cúmulo tan grande de pequeños granitos que no supe cual había sido el que lo había desbordado todo, pero el caso es que calló, y eso si fue lo que mas daño me hizo: que quien siempre había estado arriba, había caído por su propio peso y por meritos propios.
Aun así, y como siempre, todo tiene su explicación y su resolución. Cuando uno cae, levantarse y subir es bastante costoso, pero bueno, no hay nada que con tiempo y buena gana, no pueda recuperarse.


Todas las familias felices se parecen entre si, pero cada familia desdichada ofrece un carácter peculiar.

La mía no es ni la una ni la otra, pero reconozco que nos movemos entre esos dos extremos con bastante equilibrio y frecuencia.

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