Esta situación me resulta casi insostenible.
Sabía que sería duro y lo cierto es que me está costando mas de lo que llegué a imaginar nunca.
Me falta el aliento, las fuerzas, las ganas, el encanto, la ilusión, el aínco... casi todo lo necesario para coger con las manos lo que solo roza el aire.
Nunca he sido muy materialista, quiza por eso nadie aprecia a cuánto estoy renunciando y cuánto duele tener que hacerlo.
Ya no existen los fines de semana, el despertador suena a la misma hora un lunes, un miercoles o un domingo. No hay fiestas hasta las tantas, ni dolores de cabeza por resaca. Los modelitos cogen sitio y polvo en un armario que les hace de museo y son aniquilados por los pantalones de deporte y camisetas anchas que son lo unico que no oprimen hasta el poder respirar. Se acabaron las llamadas eternas de telefono, las tardes de compras de regalo y las noches de monopoli. Se acabó disfrutar de verlas crecer y vas arrastrando las promesas que les hicisteis por culpa de un reloj que se niega a tener mas horas. Navidad ya no empieza el 8 de Diciembre con las luces y el árbol, y lo único que te despejaba la mente ha tendio que ser cancelado para tener mas tiempo para encarcelarla entre las mismas letras.
Se acabó bailar, al menos durante un tiempo... aunque fue lo unico a lo que me permití darle un pequeño y bonito broche final...
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