Hay crisis.
Crisis en las calles, en las
relaciones, de personalidad, de edad, en las cuentas bancarias, en el
empleo, en uno mismo.
Las hay y quien no lo vea es idiota.
Pero también hay mucho amor.
Quizás la
culpa la tiene la primavera, quizás el invierno. Puede, incluso, que me
llaméis ñoña, romanticona o poco realista. Pero hay amor. Creo en él.
Creo en todos
y en cada uno de sus gestos, miradas, lágrimas, decepciones, abrazos,
palabras.
Creo en los besos. En el primer contacto con la piel, y en el
décimo y en el milésimo.
Creo en un “te quiero”,
en una nota dejada en un desayuno, en los abrazos de despedida con
sabor a mostaza. En el “sí quiero” y en “ya no te quiero más” varios
años después. En el esperanzado pero fugaz “para toda la vida”.
Creo en
las flores que ya no tienen energía pero se conservan como un recuerdo,
en “si es una niña la llamaremos Alejandra y si es niño Guillermo”, en copas de vino, en terrazas
de noche, en suspiros, en minutos que duran semanas, en comprobar móvil
cada 5 minutos, en un “hola, qué haces.”
Creo en errores y arrepentimientos, en
fotos enmarcadas, en perros que se encuentran en la calle y en “peros”
que pierden el valor.
Creo en los polvos con la ropa a medias y
en las discusiones con o sin sentido. En el “no estoy seguro de lo que
quiero” y en el “no me dejes nunca”.
Creo en calles mojadas, en besos en las
manos, en salir a pasear con zapatos que hacen daño para que te
distraigan de lo mucho que te duele el alma.
Creo en los portazos, en los encuentros
inesperados, en las copias de llaves y en las empresas de mudanza.
Creo
en pintar las paredes y llenarlos de grietas repletas de nostalgia.
Creo en la terapia de telepatía vomitiva entre los amigos, en los días elásticos, en los “te quieros” que suenan igual que los del otro día, pero no son lo mismo.
Creo en carpetas compartidas, en todo
tipo de baches, en el odio temporal y el cariño para toda la vida.
Creo
en tropezarse con la misma piedra y con esa otra también.
Creo en
sentirse imbécil y en descubrir que un 2 es un 1 más 1 y que, al
dividirse, se queda en un 0,5.
Creo en la rabia, en la pasión, en mantas
y pelis, en las cosquillas, en los arañazos y en los gritos de
impotencia.
Creo en todo esto porque sé que lo único que importa en esta vida es sentir.
Qué buen invento el del amor.
Qué buen invento.
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