viernes, 28 de febrero de 2014

Dejá vù II


¿Con qué se cura el dolorcito que a uno se le queda después de someterse a la mas cruel autocrítica?


"Tenía ganas de sentarme en la acera y ponerme a llorar. Como cuando a uno se le olvidan las llaves de su casa y permanece durante media hora o una hora sin que nadie aparezca, ningún vecino, nadie, y está uno allí, a la puerta, deseando como nunca la cama, la tranquilidad y la luz conocida. Y está uno cerca, pero no puede llegar, y recuerda dónde están los interruptores y el hueco que se forma en la almohada después de haber dormido y el leve descuadre del cuadro en la pared y cómo dejé sobre la mesa la botella de agua medio vacía de esperanza y medio llena de ilusiones. Y no puede llegar a todo eso, de lo que sólo una puerta lo separa. Pero no tienes la llave. Se ha olvidado la llave. O se ha perdido la llave. Y es preciso que otro venga a abrirnos. Y no viene. Y le anhelamos esperando contra casi toda esperanza, en medio de la noche tan grande. Y no viene. Y quizá no venga nunca. Y tendremos que esperar que alguien salga, con el alba, si es que no se han ido todos" 

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