jueves, 16 de agosto de 2012

Segundo turno, tercera coincidencia





Cumplir los años trabajando era algo que me había ocurrido los últimos tres años de mi vida y en vez de quejarme solía verlo como una “señal del destino”: si empezaba mi nuevo año trabajando, quizás eso significara que así debería empezar el siguiente Y así ha sido desde entonces. 

Las cosas cambian cuando llegas a ese pasillo de luces blancas y paredes del mismo color, tan largo como tétrico y como sonido de fondo los distintos “pis” de unas bombas que no dan tregua ni en la noche (alarma gotas, alarma aire, alarma presión). Cada paso mío era un rezo y una súplica (que me toque un buen compañero/a, que no se me complique la noche, que no tenga que pinchar ningún reservorio, que no muera nadie, llegar a casa y soplar una tarta de campanilla).

No se cumplió ninguna.

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