jueves, 30 de agosto de 2012

Almas volantes en libertad





Yo no sé quien eres ni quién vuela en ti, pero ambas llevamos muchos años esperándonos en el mismo lugar y a la misma hora durante los mismos meses del año. Son citas sin quedada, en la que una va, y espera a que la otra llegue, y siempre lo hace.
A veces vienes acompañada de alguien mas como tu… yo también, pero entonces decidís esperar (solo os cae bien papá) y volver mas tarde. Si es papa quien está, optáis por dar un par de vueltas mientras hacéis tiempo a que el me llame y yo pueda acudir a nuestra cita.
El otro día fue una cita mas intensa. Tenéis el don de hacer estas los días que me encuentro mas cansada mentalmente, o incluso un poco mas triste o decaída. Soléis aparecer cuando decido abandonarme en mi colchón flotante y no mirar ni pensar en nada/nadie, mientras pienso en absolutamente todo. Entonces os oigo revolotear por mi lado.
El otro día fue mas intenso porque no nos dijimos nada, nunca lo hacemos la verdad, pero pensamos a la vez y aunque suene algo estúpido, tu me calmas bastante solo con dejarme mirarte. Quizás supieras por ciencia vete tu a saber cual… que me vendría bien mas tiempo de ti y algo mas de cercanía, y decidiste quedarte allí, parada en el borde de la piscina, en calma, tranquila y mirándome a los ojos.
Creo que pasamos así cerca de una hora y media (sin exagerar) y cuando ya empezaba a sentirme mejor, decidiste jugar conmigo. Entonces volabas alto y muy rápido de un lado a otro de la piscina y yo iba detrás tuya y justo cuando iba a alcanzarte volvías a alzar el vuelo.

Quizás te admire por eso, por tu rapidez, por tu libertad, por lo bonita que eres y la paz que me dejas.

lunes, 27 de agosto de 2012

Siempre se acaba igual





Cada año cuando en mi móvil aparece la llamada del SAS se desata mi miedo escénico, y este año se lució, pues fue de intensidades mucho mayores a los años pasados. Del primer turno aprendí muchas cosas, incluso que podría abrirme un nuevo camino en mi futuro, y que un bebé también podría ser un motivo para ir a trabajar cada día con una sonrisa en la cara. En el segundo turno lo pasé francamente mal, tanto por el día a día, como por los pacientes, y como por todo lo que me rodeo. Pero también reconozco que no eran ellos los culpables sino mas bien yo misma. Siempre lo dije, para trabajar en algo hay que estar preparada para ello y hacerlo con la cabeza bien fría, y para que engañarnos, yo no la tenía y cada una de las camas era una historia que podía comparar o me hacía recodar.
Llegaba a casa con la cara caída y me iba de ella como una niña chica que va al cole a regañadientes. Las noches sin dormir, las tardes sin descanso y las mañanas de preocupación.
Pero hubo algo que a los tres días me hizo cambiar de actitud (aunque siguiera pensando igual) y era el simple hecho de que cada una de las personas/familiares que yo llevaba, cuando no estaba, preguntaran por mí, y que si iba mi compañera a atenderlos, le indicaban que preferían esperar a que yo estuviera libre si era posible.
Aquí los nombrare por números, porque no voy a desvelar identidades, pero quiero dejar claro que cada numero tenia su nombre propio e incluso su mote y sus acompañantes también, y yo me los sabia todos, sin faltar ninguno, y posiblemente mas de uno no lo olvide, pues no saben cuanto me ayudaron a trabajar sin si quiera saberlo:
  • El 20-1 era un señor mayor bastante quisquilloso que tenia a media plantilla hasta la coronilla. Muchas leyes, bastantes normas y un adicto a la exactitud y los horarios. Su mujer, una señora con dos meses a la espalda durmiendo en un sillón de acompañante, sin salir de esa habitación ni para comer ni para cenar ni para nada, pues sus hijas le llevaban tapers. Tenía mal carácter y era bastante preguntona y metijona. Solo una vez la vi llorar y eso es algo que no puedo soportar; a partir de ese instante entendí su carácter y su cara de desilusión constante: Dejé mi bandeja en la sala de medicación, me acerqué y le pregunté. Solo se sentía sola rodeada de tanto egoísmo y prepotencia del que había sido el hombre de su vida, y que le había arrebatado una enfermedad que ya duraba mucho y no tenia pinta de marchase pronto, sino que además, cuando lo hiciera, le llevaría a el también… solo necesitaba no estar sola durante todo ese camino y no sabia como explicarlo a sus familiares mas próximos.
  • El 20-2 era un señor joven con cara de póker incapaz de hablar por su enfermedad. A su lado, una mujer incondicional con una media sonrisa en la boca a cualquier hora, pero tampoco era demasiado habladora. Solo me llevé de recuerdo la sonrisa del hombre al cambiarle un vendaje compresivo que ya le quedaba bastante suelto desde hacia bastantes días y el agradecimiento de su mujer. Nadie se había parado a mirarle el brazo en 8 días de hospitalización, pues eso no era el principal de sus problemas.
  • El 21-1 era un chaval joven de veintipocos años que me impacto hasta el punto de ser incapaz de mirarle a los ojos cuando entraba a atenderle. Mi cobardía no era demasiado notoria pues el chaval también era alto de narices y por tanto no se notaba demasiado. Me sorprendió la actitud de los padres. De semblante tranquilo y muy cuidadosos con el chaval, pendientes de él hasta límites insospechados y este, lejos de usar la rebeldía que da la edad, se mostraba tan cómodo con la actitud de los progenitores. Por el quicio de la puerta a veces escuchaba las conversaciones que solían tener y lo mismo era de un videojuego, que los planes para el nuevo curso en la universidad, donde uno quería seguir e interrumpirlo según el tratamiento y el padre le dejaba camino libre a su decisión pero con la posibilidad de posponer sus estudios si lo creía necesario y tomarse un año de tranquilidad. Ni una mala cara, ni un mal gesto, ni un ápice de su dolor en sus rostros. Era increíble la capacidad de controlar sus emociones. Yo creía que eran de esas familias que tienen la capacidad de soportar los problemas de una manera alucinante… pero lo cierto es que a los días de estar allí, quizás por mi juventud y mi eterna alegría en la cara (a veces muy costosa), más de uno se sintió con la confianza necesaria para desahogarse. Entonces comprendí que su actitud de ahora llegaba tras haber pasado por largas sesiones de psicólogos y psiquiatras tanto por parte del chaval como de ellos, cuando al conocer el diagnostico final el crío no fue capaz de soportarlo, se le vino el mundo encima y quiso desaparecer (por decirlo de alguna manera). Ahora ya era capaz de aceptarlo y sobre todo, de luchar contra ello. La batalla mas grande, ya la habían ganado.
  • El 20-2 era un hombre relativamente joven, de pocos estudios y bastante trabajado para su corta edad. Su semblante siempre fue serio rozando incluso lo borde y arisco. Su dolor lo consumía y sus ganas de hacerse el fuerte y resistir, habían hecho de él algo parecido a un ogro, según me explicaba la mujer con las lágrimas en los ojos. No se que le hizo cambiar, si fueron mis pequeñas bromas (siempre con mucha cautela) o si la tarde que junto a la oncóloga decidimos hablar con el para hacerle entender que aguantar el dolor no lo había mas hombre, sino que le ayudaba a consumirse mas. Su pronostico era casi demoledor (yo aun no soy capaz de creerlo) y lo cierto era que el lo sabia, pero no quería que lo supiera su mujer. Comenzamos a tratarle el dolor y eso apaciguó las aguas de su mal humor, lo que abrió las puertas a una mejor relación terapéutica. Había sido albañil y como tal, soltaba por su boca lo que quisiera con cierta gracia… quizás por la ubicación en la que se encontraba. El caso es que la última mañana de mi contrato había ido a realizarse una prueba y acabamos llorando todos los de la habitación, pero de la risa: el hombre explicaba como le habían introducido por el ano una jeringa con un gel (contraste) y daba las dimensiones (bastante grandes). La confianza ya daba para tomar aquel hecho con bastante humor y todo acabo desvariándose…  criticábamos que no habían tenido tacto al pedirle la posición que debía adoptar, que las sabanas (suapeles) no eran de seda, que le habían metido en la lavadora después (RM) y que tenia muy claro después de todo eso, que nunca seria gay!. Mi satisfacción fue conseguir que el hombre que espera marcharse de aquí un día cualquiera que el no sabe, había logrado bromear con cada prueba que tanto dolor le causaba después.
  • El 22-1 lo recordare por el susto que me hizo pasar la última noche. Se había quedado solo porque sus familiares no podían quedarse (sus motivos tendrian) y me había encargado de protegerle como a uno de mis antiguos bebés. Tenía medio cuerpo paralizado y no estaba demasiado orientado. La cama estaba con sus barandillas lo que hacia de esta una especie de cuna gigante, y para controlarle la medicación decidí poner una de mis adorables bombas para que sus “pis” me alarmaran si algo no iba bien. Pero todo fue a mal cuando vete a saber cómo, el hombre se despertó, salto las barandillas, abandonó la cama y fue al servicio a orinar. Podría haber sido algo normal si no fuera porque, repito, el hombre no estaba orientado y se orino en la puerta de la habitación, y al bajarse de la cama había tirado de la bomba, que había caído al suelo, había perdido la vía periférica por la que le pasaba la medicación y al caer la bomba, había hecho contacto con la luz y había dejado sin luz a toda la planta. Un show. Finalmente comprendí que no era más que la trastada de un niño de unos cincuenta y pocos, y que efectivamente, acabamos igual que cuando nacemos.
  • En el 24-1 reposaba la mujer que más intentaba evitar y a la que más tenía que ver. Cincuenta y dos años y el mismo diagnostico que yo escuchaba hacia ya un año y medio. Un marido a pie de cama y una hija que iba y venia como podía. La madre siempre rechistaba si ella decía que se quedaba a dormir y decía que no era necesario, pero el marido debía descansar pues llevaba demasiados días durmiendo en un sillón incomodo de acompañante. Una de las mañanas temprano, me acerque a hablar con ella y entre otras cosas le pregunte por qué no quería que se quedara su hija, si quizás a ella no le hiciera falta, pero su hija si se sintiera útil de alguna manera quedándose, a lo que ella me respondió: a mi no me molesta mi hija aquí aunque sepa que va a darse una mala noche sin necesidad, al revés, así puedo disfrutarla mas; pero lo que no aguanto es despertarme y haciéndome la dormida, escuchar como llora cada noche porque se siente inútil y no puede ayudarme. Por eso, si puedo evitarle unas horas de verme, supongo que le evito unas horas de pensar en algo en lo que ella no puede hacer nada. Ella no sufre y yo tampoco. Que equivocada estaba.. y cómo lo sabía yo por experiencia. Personalmente he vivido y vivo una recuperación, pero con ella viví las complicaciones diarias y en los últimos días, de camino a casa en el coche, siempre pensaba en lo afortunada que estaba siendo y en lo poco que se hubiera necesitado para no serlo. Pero no me tocó. Y a ella sí. cuestión de suerte o mala suerte, según para quien. Ella se marcho de la planta a la UCI y no volví a verla a pesar de que en contadas ocasiones me prometiera que por las noches pediría para que un día fuera su nuera y yo siempre me riera. Lo que ella nunca supo, es que en cada uno de mis posteriores turnos, llamaría a los compañeros de la UCI para saber como iba evolucionando.
Cuando el día 28 llegó y dieron las 8 de la mañana, yo estaba vestida con mis vaqueros cómodos, mi camiseta de un chucho gracioso y mis tacones, y tenia mi mes y medio de experiencia guardado en un bolso de Mickey. A cada paso que daba de camino a la puerta de salida iba pensando en las palabras que un día me dijo papá al principio del contrato: Si te ha tocado ahí, es porque ahí debes estar. Quizás a ti no te aporte nada, que te aportara, ya lo veras, pero quizás tu si seas necesaria para alguien y ese alguien te agradecerá que hayas pasado por su vida.

No necesito agradecimientos, pero lo que si es cierto es que aprender, he aprendido muchas cosas y cada una de ellas, tiene una historia detrás diferente. Quizás por eso, con mis miedos del principio, me pregunte si verdaderamente estoy preparada para hacer esto el resto de mi vida (o lo que pueda de ella, según como esta el país), y sin embargo cuando se acaba, cuando se que no habrá mas hasta el año que viene, es cuando noto que se me ha hecho corto. Que vuelvo cansada a casa pero no físicamente, sino mentalmente, de tanto pensar en como solucionar de alguna forma, lo que una pastilla no puede quitar. Y cuando voy a dar el paso que me pone en la calle y me da el sol de frente, deslumbrándome los ojos es cuando se que pongo una sonrisa tan estupida como la que tengo ahora mismo y lo confirmo:

Sí, quiero pasar el resto de mi vida haciendo esto, porque siempre me gusto dar a cambio de nada, y este trabajo me lo permite.

jueves, 23 de agosto de 2012

Que siga la fiesta !





Para qué ser cínicos y mentirnos. 
Había soñado muchas veces que algún día las fiestas sorpresas dejarían de ser organizadas por mi, para disfrutar yo de ellas, pero también es cierto que para llevarnos sorpresas del tipo… nefastas, mejor que la sorpresa sea anticipada y se sepa y así simplemente es cuestión de disfrutar sin mas, así que mejor organizarlo yo todo y disfrutarlo yo todo y todo muy YO, para variar.
Me había hecho ilusión aquello de celebrarlo con ella, no por ningún motivo en especial, sino porque me apetecía algo diferente, algo grande, algo especial por una vez en mucho tiempo, y ella estaba en mi misma situación.
De lo demás no hay mucho que decir: una piñata repleta de chupa-chups de Drácula y Aspitos, nuestras chuches favoritas. Algunos que otros canapés, tortilla, tarta, copas, chupitos y champán!
Los bailes de turno, las risas tontas, invitado sorpresa que llegan desde Cartagena y otros que deciden no llegar sin mas explicaciones. Las caídas al suelo y los cardenales consecuentes. Y las recreaciones de vista…

Cumplir 24 no tuvo nada especial, se sigue siendo el mismo y mas yo, que llevo siéndolo desde los doce si cabe; sin embargo, fue diferente al de años pasados, y eso si que fue una prueba conseguida.

viernes, 17 de agosto de 2012

Desparramados





En verdad, es mas que una perla… Son de esas energías especiales de las que ya me hablaron, esas que se deben encontrar. Peras como almas, que finalmente se funden con la tuya propia.
Con el tiempo, algunas perlas pasan a ser diamantes. Esto ocurre cada ochenta o noventa perlas. Un diamante, para entendernos, es una de esas personas que se hace tan básica e importante en tu vida que parece creada a la medida perfecta del papel que realiza en tu vida y solo para tu ida.

A esos diamantes se les llama los desparramados

Dicen las lenguas (no se si malas o buenas), que al crearnos, nos desparraman a cada uno de nosotros y a tres mas a la vez por todo el mundo, para que con el tiempo vayas encontrando a esos cuatro.
Uno será tu amigo fiel, ese que estará destinado a convertirse en diamante de tu vida sin ni siquiera saberlo; otro será el amor de tu vida, esa media naranja que a veces creemos que anda haciendo zumitos con las mandarinas equivocadas, y cuando llegué, será tu perla; el tercero y ultimo será aquella persona que te haga caer a lo mas hondo, esa persona que confundirás con el diamante de tu vida y no tardarás en descubrir que no era ella, será quien te decepcione y te haga mas daño, pero será importante, tanto como los demás, por el mero hecho de que será el culpable de que te hagas mas fuerte, crezcas y madures.

Lo que pase cuando se encuentren a los 3 diamantes no lo sé, pero seguro que ocurre algo. Yo ya encontré al primero y al tercero, y quizás el segundo este de parranda con sus mandarinas… pero lo que si es cierto es que al primero de ellos, solo le deseo tanto brillo y dureza como es de verdad un diamante.

Felicidades.

jueves, 16 de agosto de 2012

Segundo turno, tercera coincidencia





Cumplir los años trabajando era algo que me había ocurrido los últimos tres años de mi vida y en vez de quejarme solía verlo como una “señal del destino”: si empezaba mi nuevo año trabajando, quizás eso significara que así debería empezar el siguiente Y así ha sido desde entonces. 

Las cosas cambian cuando llegas a ese pasillo de luces blancas y paredes del mismo color, tan largo como tétrico y como sonido de fondo los distintos “pis” de unas bombas que no dan tregua ni en la noche (alarma gotas, alarma aire, alarma presión). Cada paso mío era un rezo y una súplica (que me toque un buen compañero/a, que no se me complique la noche, que no tenga que pinchar ningún reservorio, que no muera nadie, llegar a casa y soplar una tarta de campanilla).

No se cumplió ninguna.