[...]
La extraña la atravesó con los ojos y desde el pespejo le espetó, furiosa:
- Estás ¡ACABADA!. Mírate de una vez, ¡¡¡Mírate, maldtita sea!!!. ¿Es que no te das cuenta? ¿Cuándo vas a vivir de verdad? ¿Cuándo vas a asumir la realidad?. Libros, libros, libros y libros ... estudiante de pacotilla. ¿Es que no sabes hacer otra cosa?
Se miró derrotada. Allí, cargada de soledad, dejó resbalar sus ojos por aquella piel tan ajena y tan propia, que le pareció que llevaba toda la vida dormida; sólo latía, escondidas entre los pliegues, las pocas y cansadas ganas que sacaba de quién sabe dónde.
Un par de alas queriendo levantar un vuelo que era imposible.
Sobrevivirse a sí misma; eso era lo que necesitaba.
Reía por todo. Era una sensación tan olvidada que le fascinaba de veras. Tenía muchas risas contenidas; un año casi entero sin ellas, o forzándolas. Ahora podía pensar en el pasado y exorcizar todos sus dolores refugiándose en las sonrisas. Pasaba tardes enteras riendo sin motivo y le gustaba. Se tocaba la cara para comprobar que aquellas arrugas que le hacían los ojos, eran ciertas.
[...]
Le preguntó: ¡¿qué te ha pasado?!
... y ella sólo se limitó a sonreir, sonreir de veras, mostrando que después de todo, había llegado el día, en que volvía a ser felíz, y a disfrutar con cada cosa que hacía.
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