domingo, 25 de marzo de 2012

Que como decía mi madre ...

... bailando, todo se arregla !!!






Acabo de hacer otra nube en el café y lo remuevo nerviosa esperando, quizás, que sepa algo menos amargo e insípido que nuestra última forma de comunicarnos. 
No hay nada que me llame la atención ahora mismo, y decido coger un libro que se había quedado olvidado en el fondo de un estante, con una fina capa de polvo recubriéndolo ya por el paso de los meses. Promete ser una historia de esas que siempre acaban bien, que no dejan nada que desear a partir de la tercera página; pero es o leer ese libro que no parece esconder ninguna lección moral o tener que intentar domar el desorden que predomina en la habitación, casi tan en desorden como mis propios pensamientos.
Y así pasan estas horas muertas. Que las horas muertas, muertas se quedan.
Pero antes de lanzarme a la búsqueda de la "solución, decido poner en orden todo lo que pasa por mi mente, apartando todo aquello que se quedó sin esperanza, las cosas que ya son demasiado tarde para decir, cerrando caminos que creo equivocados y oyendo resonar en mi cabeza las palabras que me dijiste hace tantos días, arrojando al camino algo de luz, algo nuevo, alguna verdad de esas que hielan y que sólo tú sabes hacerme ver.
Parece que miento y sigo hacia delante. 
Las palabras de mi boca se entrecortan, no coinciden y quiero decirte algo más de lo que aquí se escribe: qué sensacion mas rara, es algo parecido al miedo, miedo a perderte, miedo a que el orgullo camuflado acabe con nosotros antes de que seamos nosotros los que acabemos con él. Es tan absurdo como jugar a hacer el equilibrio sobre un hilo, mientras abajo nos esperan miles de alfileres, y en vez de bajarnos, seguimos ahí, sin dar paso hacia ningun sitio, pero esperando no caer nunguno de los dos.
Te necesito de una manera un poco torpe. Entendiendo que esto no es nada más que un camino diferente, y supongo que tendremos que dejar que decida el viento el final de todo esto, mientras improvisamos en los minutos que coincidimos porla baja guardia de nuestra cobardía.

Te echo de menos, y sé que ha sido sin querer, pero lo haces queriendo.

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