miércoles, 3 de septiembre de 2014

Qué dedito me corto que no me duela...


Muchas de las enfermedades y angustias que sufrimos en la vida cotidiana tienen una causa realmente muy simple: estamos sobrecargados.
No nos educaron para saborear la vida y disfrutarla, sino para llevar un pesado fardo psicológico y físico de supuestas obligaciones:

Deberías hacer esto... Tendrías que actuar de esta forma... Has de ser correcto... Hay que hacerlo todo lo mejor posible... Debes ser perfecto y sin contradicciones...
Eso nos dijeron, y muchas más órdenes. 
Son demasiadas exigencias que hemos convertido en auto-exigencias. Pero es simplemente imposible responder a tanta orden interior y exterior sin derrumbarse de agotamiento.
Se trata pues, de empezar a permitirnos echar el lastre por la borda, andar más ligeros. 
La vida es breve (¡y tan breve!) pero es un camino radicalmente bello.
Cuando una persona comienza a tirar peso, a rechazar tantas órdenes exteriores que no se corresponden con sus anhelos profundos, le cambia el rostro:
Se la ve rejuvenecer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario