Muchas de las enfermedades y angustias que sufrimos en la vida cotidiana tienen una causa realmente muy simple: estamos sobrecargados.
No nos educaron para saborear la vida y disfrutarla, sino para llevar un pesado fardo psicológico y físico de supuestas obligaciones:
Deberías hacer esto... Tendrías que actuar de esta forma... Has de ser correcto... Hay que hacerlo todo lo mejor posible... Debes ser perfecto y sin contradicciones...
Eso nos dijeron, y muchas más órdenes.
Son demasiadas exigencias que hemos convertido en auto-exigencias. Pero es simplemente imposible responder a tanta orden interior y exterior sin derrumbarse de agotamiento.
Se trata pues, de empezar a permitirnos echar el lastre por la borda, andar más ligeros.
La vida es breve (¡y tan breve!) pero es un camino radicalmente bello.
Cuando una persona comienza a tirar peso, a rechazar tantas órdenes exteriores que no se corresponden con sus anhelos profundos, le cambia el rostro:
Se la ve rejuvenecer.
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