Y de repente llega él.
Nunca había conocido a nadie que de verdad
pensara que yo valía la pena, hasta que le conocí y logró
que yo tambien lo creyera. Consiguió poco a poco que por suerte o por desgracia, le necesitará, y desde entonces me encanta su sonrisa y como cierra un poco los ojos al reírse, su pelo revuelto y
su carita de niño bueno al afeitarse. Me encanta su espalda y sus piernas. Me encanta cuando me mira por la reacción que consigue, apartando mis ojos de los suyos para que no note mis mejillas sonrosadas.
Me encanta cómo
consigue que me sienta cada uno de los días que pasan.
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