lunes, 20 de mayo de 2013

En lo alto de los pinos





A veces me llaman loca porque vivo de forma desordenada, a destiempo, a impulsos, a mi manera. Hay momentos que el entusiasmo me transporta a lo eterno y no cambio el calendario y hago días con cien horas y horas de cien días. A veces abrazo tan sinceramente, tan fuerte que marco mis tatuajes en la piel de un amigo y otras en cambio necesito esconderme y que una decisión decida por mí y así si hay fallo será un fallo sin culpa aunque también luego me regaño y maldigo mi cobardía y prometo cambiar, pero tampoco cambio, no sé si quiero, si puedo... voy oscilando por senderos de hipocresía en el mundo de los cuerdos, ese mundo en el que se sobrevive con mentiras, se vive con culpas, se disfraza lo real de lo correcto y se mira a otro lado más cómodo; ese en el que seleccionas lo que quieres ver y oír en el menú de la vida y te vas sentando en la mesa de cada comensal y compartes vidas vacías con personas vacías y cuando ya te has saciado de nada es cuando sin recato ni disimulo te ausentas aunque te quedes y vuelas por lugares imaginarios, imposibles pero bellos, necesarios y te proyectas sola y te molesta hasta tu propia compañía y te sientes poderosa y desde la lejanía de un autismo voluntario sonríes con la seguridad del que sabe que sólo el loco está cuerdo.

Me llaman loca, y ahora que les conozco, me alegro…

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