A veces me llaman loca porque vivo de forma
desordenada, a destiempo, a impulsos, a mi manera. Hay momentos que el
entusiasmo me transporta a lo eterno y no cambio el calendario y
hago días con cien horas y horas de cien días. A veces abrazo tan
sinceramente, tan fuerte que marco mis tatuajes en la piel de un
amigo y otras en cambio necesito esconderme y que una decisión
decida por mí y así si hay fallo será un fallo sin culpa aunque también luego me regaño y maldigo mi cobardía y prometo cambiar, pero tampoco
cambio, no sé si quiero, si puedo... voy oscilando por senderos de
hipocresía en el mundo de los cuerdos, ese mundo en el que se sobrevive
con mentiras, se vive con culpas, se disfraza lo real de lo
correcto y se mira a otro lado más cómodo; ese en el que seleccionas
lo que quieres ver y oír en el menú de la vida y te vas sentando en
la mesa de cada comensal y compartes vidas vacías con personas
vacías y cuando ya te has saciado de nada es cuando sin recato ni
disimulo te ausentas aunque te quedes y vuelas por lugares
imaginarios, imposibles pero bellos, necesarios y te proyectas
sola y te molesta hasta tu propia compañía y te sientes poderosa y
desde la lejanía de un autismo voluntario sonríes con la seguridad
del que sabe que sólo el loco está cuerdo.
Me llaman loca, y ahora que les conozco, me
alegro…
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