Hubiese esperado cualquier cosa.
Dicen que a veces las cosas caen como un jarro de agua helada, pero no siempre es así. Sí, pero no.
Por mas que lo pienso, intento buscar una sola razón que me convenza; una sola que me de el hilito de aire que ahora mismo se me ha cortado por dentro; ese supuesto motivo por el cual, las cosas ocurren de na manera y no de otra.
Llevo meses sintiendome pequeña, perdedora, recomponiendo un poco el puzzle esparcido en el que se quedó hecho mi orgullo; ese que un día me llevó a enfrentarme al mundo por conseguir lo que quería; ese que un día me hizo sentir como cualquier heroína de dibujo animado. Un orgullo que me hacía sentir fuerte en cuanto a mis propias decisiones pero sobre todo, segura, muy segura de mí misma.
La primera vez fue fácl descargar la rabia en las condiciones que se aparecieron pro sorpresa e incluso me llegué a alegrar de poder quedarme tal y como estaba; pero esta vez creía que sería distinto, porque lo había luchado aun sin la mitad de fuerza que un primer día, porque lo seguía queriendo tal y como en cada sueño se me venía apareciendo y porque quería devolverme el amor propio que un día me pisé a mi misma.
Que mal sienta aprender de lecciones propias. Tener que comerte las piedras que tú misma te has puesto en el camino.
Y ahora... ¿ahora qué?. No sé si me dejo llevar por la rabia o por esa impulsividad que cualquier persona con un sueño le lleva a remontar cualquier obstáculo. No sé si en verdad no tengo la fuerza, o me acobarda pensar que pueda volver a fallar porque si fuera así yo misma no me lo perdonaría.
Yo, la que se jura y perjura una meta y no descansa hasta traspasarla con cuantos mas obstaculos mejor, y siempre por el camino mas dificultoso; la que nunca le ha dolido nada más que lo que mi propia conciencia pudiera decirme.
No, en verdad no sé si estaría preparada a volver a fallar; mejor dicho, no sé si estoy preparada para someterme a esa obligación de no fallar.
Y entre medias de esta montaña rusa de preguntas y creencias sin respuesta, vuelve esa "pena" de pensar, que tanto esfuerzo que tu creías que no había tenido resultado, que toda esa sensación de no haber hecho todo lo que debías, con cada lágrima y cada lamento, la ibas regalando un puesto mas lejos al tuyo.
No se puede ser egoísta, lo cierto es que mi año había comenzado demasiado bien como para conseguir tantas cosas en tan poco tiempo de un 2013 al que todos temían.
Me tenías mi sorpresa escondida.
Dos años viviendo al límite de unas emociones que solo una sabe, tragando y aguantando lo que iba surgiendo con la mejor de las sonrisas, equilibrando cada palabra y cada gesto a medias entre el desquicio del dolor y la calma de lo necesario. Dos años de confesiones mentales y preguntas retóricas que no daban respuesta alguna.
Y un día, por simple curiosidad, descubres que aquella plaza por la que tanto has luchado entre tantas adversidades fue tuya, y sin embargo, ya no lo es.
Gritar o similar no serviría de nada, pero si pudiera me daría porrazos contra la pared; al menos tendría una explicación para este dolor de cabeza.
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