No sé qué montañas estás atravesando en estos
momentos, o si estás en alguna o estás sentada en un pico contemplando
la inmensidad de la Creación y estando sumamente satisfecha de tu
esfuerzo, el cual por no haber desistido
te ha llevado a una victoria personal, o si estás muerta de miedo en las
faldas de esa montaña viendo lo grande, imponente e inmensa que
parece... Sin embargo, todos tenemos montañas que escalar..
Deseo que tu
montaña sea maravillosa, excitante, fuerte, que represente para ti un
riesgo y que si, te provoque miles de emociones, que te haga sentir
VIVA, que te haga pensar en todo aquello que no piensas hace mucho por
estar automatizada y muy preocupada en vivir tu vida como según tu
deberías de vivirla. Aquello que no te provoca nada, es aquello que te
hace morir un poquito mas día a día y está contribuyendo a cavar la
tumba de tu parálisis emocional, mental y espiritual en la vida... vivir
la vida muriéndola día a día, cargando con ella, sacrificando tu ser,
tu voz, tus sueños por ese concepto basado en el falso amor, “el
sacrificio”
No temas volver a sufrir, volver a llorar como una pequeña
niña, no temas que se incendie tu vida de pasión, no temas gritar y
pelear...
Eso es VIVIR...
Escoger la montaña que
deseas subir sin dejarte llevar por los comentarios de los demás, que
dicen “esa es más bonita”, o “aquella es más fácil”. Vas a gastar mucha
energía y entusiasmo en alcanzar tu objetivo, y por lo tanto eres tú la
única responsable y debes estar segura de lo que estás haciendo.
Saber cómo llegar frente a ella porque muchas veces, vemos la montaña de lejos, hermosa, interesante y llena de desafíos pero cuando intentamos acercarnos, ¿qué ocurre? Que está rodeada de
carreteras, que entre tú y tu meta se interponen bosques, que lo que
parece claro en el mapa es difícil en la vida real. Por ello,
intenta todos los caminos, todas las sendas, hasta que por fin un día te
encuentres frente a la cima que pretendes alcanzar.
Aprender
de quien ya caminó por allí: por más que te consideres única, siempre
habrá alguien que tuvo el mismo sueño antes que tú, y dejó marcas que te
pueden facilitar el recorrido; lugares donde colocar la cuerda,
picadas, ramas quebradas para facilitar la marcha. La caminata es tuya, la responsabilidad también, pero no olvides que la experiencia ajena ayuda mucho.
Los peligros, vistos de cerca, se pueden controlar, cuando empieces a
subir la montaña de tus sueños, presta atención a lo que te rodea. Hay despeñaderos, claro. Hay hendiduras casi imperceptibles. Hay piedras tan pulidas por las tormentas que se vuelven resbaladizas como el hielo... pero si sabes dónde pones el pie, te darás cuenta de los peligros y sabrás evitarlos.
El paisaje cambia, así que aprovéchalo, claro que hay que tener un objetivo en mente: llegar a lo alto. Pero a medida que se va subiendo, se pueden ver más cosas, y no cuesta
nada detenerse de vez en cuando y disfrutar un poco del panorama de
alrededor. A cada metro conquistado, puedes ver un poco más
lejos; aprovecha eso para descubrir cosas de las que hasta ahora no te
habías dado cuenta.
Respetar tu cuerpo porque sólo consigue subir una montaña aquél que presta a su cuerpo la atención que merece. Tú tienes todo el tiempo que te da la vida, así que, al caminar, no te exijas más de lo que puedas dar. Si vas demasiado deprisa, te cansarás y abandonarás a la mitad. Si lo haces demasiado despacio, caerá la noche y estarás perdida.
Aprovecha el paisaje, disfruta del agua fresca de los manantiales y de
los frutos que la naturaleza generosamente te ofrece, pero sigue
caminando.
Respetar tu alma sin repetirte todo el rato “voy a conseguirlo”, porque tu alma ya lo sabe. Lo que ella necesita es usar la larga caminata para poder crecer, extenderse por el horizonte y alcanzar el cielo. De nada sirve una obsesión para la búsqueda de un objetivo, y además, termina por echar a perder la escalada. Pero atención, tampoco te repitas “es más difícil de lo que pensaba”, pues eso te hará perder la fuerza interior.
Prepárate para caminar un kilómetro más; el recorrido hasta la cima de la montaña es siempre mayor de lo que pensabas. No te engañes, ha de llegar el momento en que aquello que parecía cercano está aún muy lejos. Pero como estás dispuesto a llegar hasta allí, eso no ha de ser un problema.
Alegrarte cuando llegues a la cumbre, llorar, hacer palmas, gritar a los
cuatro vientos que lo has conseguido, dejar que el viento en lo
alto (porque en la cima siempre hace viento) purifique tu mente,
refrescar tus pies sudados y cansados, abrir los ojos, limpiar el polvo de
tu corazón. Piensa que lo que antes era apenas un sueño, una visión lejana, es ahora parte de tu vida. Lo conseguiste.
Hacer una promesa. Aprovechar que has descubierto una fuerza que ni
siquiera conocías, y decirte a ti mismo que a partir de ahora, y durante el
resto de tus días, la vas utilizar. Y, si es posible, prometete también descubrir otra montaña, y parte en una nueva aventura.
Cuenta tu historia: sí, cuentala.
Ofrece tu ejemplo. Dí a todos que es posible, y así otras personas sentirán el valor para enfrentarse a sus propias montañas.
PAULO COELHO
Hoy me apeteció animarme a conseguir aquello que dejé aparcado
y que quisiera retomar.
Hoy me apeteció volver a ilusionarme con mis metas infinitas
y mis ganas de retarme.
Hoy me apeteció volver a pensar que no tiré la toalla
sino que me paré a descansar.