Yo sé que siempre hay salida,
pero saber que todo irá mejor no quita que me sienta hecha una porquería. Pasan
los días, los meses, los proyectos, los sueños... recuerdo cómo quería ser cuando era
pequeña.
Crecer es darse cuenta de que la vida no es como quisieras que fuera, que
todo es mucho más complejo; responsabilidades, luchas, deberes, sonreir cuando
no apetece, mentir para no hacer daño a la gente que quieres, fingir cuando
perfectamente sabes que te mienten... Y se que muchas veces soy una cobarde
disfrazada de valiente, siempre pendiente del qué dirá la gente, escondiendo mis
miedos para parecer fuerte, buscando dormir agusto, que aunque no suene muy ambicioso créeme, es mucho.
Llevo algunos años estudiando la vida, y he optado por centrarme en lo importante: en mi
familia, mis amigos, mi pasión por el arte de la danza... y aceptaré que tengo derecho a estar de
bajón de vez en cuando, porque estar de bajón es humano.
No pienso rendirme
ante ningún problema, mucho menos ahora, porque confío en mí, y sé que soy capaz de vencer lo que sea. Volveré a
caer millones de veces pero siempre volveré a erguirme porque me di cuenta de
que quizás la clave para ser realmente libre sea reir cuando puedas y llorar
cuando lo necesites, ser honesto con uno mismo, centrarse en lo importante y
olvidarse del ruido, no obcecarse con los objetivos, tratar de relajarse y
vivir algo más tranquilo.
Pero todo esto es mucho mejor, si a tu lado, simplemente acompañandote, estan aquellos que no ves, y nunca faltan: la familia, y los amigos.
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