Y entonces, sin firmar en ninguna parte, surge un compromiso,
de aguantar chaparrones juntos y de compartir paraguas en caso de lo haya;
de disfrutar de buenos ratos juntos, ya sea en el fin del mundo o a la vuelta de la esquina, sin importar el donde y siendo determinante el con quién;
de hablar el mismo idioma juntos, con diferentes acentos,
de soñar y remar en la misma dirección.
Juntos.
Siempre juntos.
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