jueves, 28 de enero de 2016

Y cada año vuelvo a recordarlo...


Igual pocos lo entienden, pero yo recuerdo el día exacto en el que descubrí a qué quería dedicar mis -aún muy en el horno- humildes conocimientos, mis habilidades y parte de mis emociones. Una de mis misiones en estos días que tenemos de paso y que sería mi gotita en ese mar que entre todos formamos:
Eran casi las 5 de la madrugada y no podía dejar de mirarlo.
De mirarlo y de admirarlo.
Tenía a penas unos días de vida pero estaba lleno de ella. ¿Qué si no le podía llevar a tener el valor y el coraje suficientes para afrontar el reto de la enfermedad casi en soledad?
Él me miraba desde dentro de la incubadora, como queriendo entender quién soy yo.
Yo le miré, tratando de comprender cómo podía amar tanto la vida sin apenas haberla vivido.
Él quería luchar.
Yo tenía algunas herramientas.
Ambos habíamos decidido.

domingo, 17 de enero de 2016

The fiancée XXXVI


Es hacer que todas las palabras que algún día dijiste en estado de euforia máxima sigan teniendo el mismo sentido en los malos momentos.
Es estar dispuesto a luchar hasta el final y poner las necesidades de otra persona muy por encima de las tuyas.
Es decir adiós al egoísmo, al yo y solo yo.
Es no tirar la toalla en cuanto se avecina tomenta.
No es solo tragarte el orgullo, sino que es dejarlo tirado en la cuneta y abandonarlo para siempre.
Es convertir sus alegrías en las tuyas e ir más allá, haciendo lo mismo con las penas.
Es aprender a ceder y a olvidarte de la ley del talión.
Es saber seguir tirando del equipo cuando haya una lesión.
Es estar dispuesto a poner la otra mejilla.

Es querer.

Es que te quiero.

viernes, 8 de enero de 2016

Pitufina Gruñona


Me gusta ser fuerte.
Ser fuerte está bien. No sólo está bien, es necesario, sobre todo a lo que emocionalmente se refiere. Te conviertes en esa persona de referencia en la que apoyarse. Te gusta sentir esa sensación, es gratificante si con eso ayudas a aquellos de tu alrededor que más puedan necesitarlo.
Pero ser fuerte, no implica serlo siempre. Las personas fuertes también caen y necesitan levantarse. Es entonces cuando se hace necesario ese brazo en el que apoyarse y el cual esperas que llegue en el momento justo, pero no aparece.
¿Qué ocurre cuando necesitas a alguien, pero esa persona no está, o no lo está de la forma que esperabas o que necesitabas?. Llega ese día en que te das cuenta que no se recibe de vuelta lo que normalmente se da, aunque desinteresadamente se haga, y al final resulta que, como imaginabas, ser fuerte, es la mejor opción.


Por eso me gusta ser fuerte. 



miércoles, 6 de enero de 2016

Cuentos de Navidad


Cada mañana del día de la Inmaculada, papá sacaba la caja larga y las cajas cuadradas según colores, que tenían los lazos y las guirnaldas para decorar el árbol junto a una niña que, incapaz de asumir la identidad de los hechos que se repetían en el tiempo, miraba las luces siempre con una fascinación inaudita. Por eso, cada año, adoro más la capacidad de sorprenderse de los niños, el asombro con el que enfrentan una vida que conocen muy poco y que por ello, les convierte en mas valientes de lo que son muchos adultos. 
Cada tarde del día de Nochebuena, mamá colocaba una bandeja con multitud de turrones y mantecados de chocolate, almendras, café u hojaldre. Yo, como niña, me paraba delante de una bandeja a la que a penas alcanzaba, para tomar la importante decisión de elegir uno entre todos los que había. Entonces, tocaban a la puerta, y como niña, salía corriendo veloz por el pasillo, a ver quién era, colgarme de los brazos del abuelo y quitarme el pintalabios del moflete de la abuela. De paso entraba a la cocina donde la abuela llevaba horas cocinando con mamá y estaría ultimando el arroz con leche, las natillas y el flan para la noche... eso, si antes no tenia que salir corriendo, huyendo de las cosquillas del tito!
Sin duda, esos fueron los momentos mas tiernos de la infancia de aquella niña que, hoy, prepara junto a mamá el ultimo día señalado: los Reyes.

En estas fechas, me he dado cuenta, de que hoy, aquella niña, es la que prepara con mamá, en la medida de lo posible algunos platos, da ordenes a papá de como poner los lazos y las guirnaldas del árbol, aquellos por los que no pasa el tiempo ni la vida. Hoy, esa niña cambiaría toda la bandeja de turrones, incluso los de chocolate, por salir corriendo a abrir la puerta a unos abuelos que se fueron para no volver y a pasar por la cocina para oler aquellos postres de alguien que hoy, no sabe que día es. Hoy esa niña se dice a sí misma, que la vida es muy cruel, por arrebatarnos lo único que en realidad es importante: las personas con las que celebrar los momentos importantes. 
Pero luego miro a mi alrededor y me doy cuenta de que tengo un tesoro maravilloso que debo cuidar: un hogar lleno de amor, que luchó durante años, para que yo tuviera una infancia feliz, que cuento con unos recuerdos sumamente dulces y que, después de cenar, mi novio, mis primas, mis amigos... me esperan para brindar por otra Navidad, por una vida llena de momentos felices y de experiencias juntos.
Es cierto que los años se llevan mucho, pero también lo es que traen muchas oportunidades nuevas.
Entonces miro al cielo, hoy algo lluvioso, nublado y frío, y sonrío a los que se que desde allí arriba me están sonriendo, me limpio la lagrimilla y entro en el salón a colocar los regalos bajo el árbol.

¿Sábes una cosa papá? He comprendido que lo importante en Navidad no es solo lo que tenemos, sino también todo lo que tuvimos en el pasado y que inevitablemente, nos ha convertido en todo lo que somos ahora.
A vosotros (papa y mama), espero que orgullosos en cierto modo de la hija que tenéis, miréis de frente los ojos verdes de la niña y contempléis el mismo brillo, la misma ilusión y la inmutable capacidad se sorprenderse ante una vida, que sigo conociendo muy poco, y ante la que terriblemente, intento ser valiente. 

La Navidad no es otra cosa que la capacidad de sorprenderse de un niño
 y la capacidad de amar de un adulto. 

martes, 5 de enero de 2016

Queridos Reyes Magos...a modo de explicación:


Me gustaría que todos comprendieran que no puedo apuntarme a todos sus planes y por eso no he dejado de ser su amiga, y que no puedo solucionar todos los problemas, y por eso no he dejado de querer a nadie. 
Me encantaría que mi futuro, que lleva en juego tanto tiempo (aquello que un día era mi ilusión) pudiera ser mi prioridad sin que a nadie le pese. Lo siento, pero ya no puedo seguir este ritmo, y quizás nadie me entienda, pues total, "no estoy haciendo nada", pero es que tampoco paro de hacer cosas que no tenía en vista hacer... así que en ese sentido, no puedo quitarles algo de razón: no he hecho todo lo que podría.
Me ayudaría mucho que entendieran que hay días que estoy de buen humor, que la medicación ha alcanzado su nivel óptimo y avanzo. Veo los días de forma realista, y a veces, hasta con optimismo y me crezco y creo que esta vez puedo ganar; pero igual que la espuma, en cuestión de otros días, minutos o incluso segundos, me siento un poco en la mas absoluta de las mierdas, o en el mas absoluto de los desamparos y lo veo todo un poco imposible desde los ojos de la negatividad, con el peso de la responsabilidad de tanto tiempo invertido en nada, con el orgullo propio pisoteado, la sensación de haber fallado a los que esperan con ilusión y esperanza que las cosas sean como han ido transcurriendo durante la preparación, y finalmente, la desilusión de tener que aparcar de nuevo otros proyectos que podrían hacerme mucho mas feliz si cabe que este. Y no, no necesito que nadie me machaque, reproche o eche en cara no haber dado la respuesta que esperaba en el instante oportuno.

En fin, que solo necesitaba un poco de paz, pero es igual, ya me intento yo adaptar. 
Era por si a última hora, entre todas las cosas que me traéis, hubiera hueco para alguna de estas, o incluso la devolución de todas ellas por alguna de las anteriores expuestas. 

Pd: No sé si he sido niña buena o mala, si me he portado bien o no, pero he intentado hacerlo todo, lo mejor que he podido.