Voy a contarte algo que, como otras tantas cosas, no le he contado a nadie y sólo sabrás tú.
Quiero pensar que cuando a alguien le faltan las fuerzas y aun así intenta las cosas, siempre hay algo o alguien que da ese empujoncito que marca la diferencia.
El despertador sonó, pero costaba demasiado volver a hacer frente a la realidad que había. Tras vueltas demás y otras tantas de menos, se ponen los pies en el suelo.
Así de literal. Así de real. Así de frío todo.
Los desayunos como tantas otras cosas siguen teniendo ese enlace irrompible por el momento hacia tí. Al igual que el estudio, pero también soy consciente que el mundo no puede parar y que el tiempo sigue avanzando tal cual y no se para sin tí, ni yo puedo pausarlo.
Así que a duras penas he logrado sentarme en la silla y no sé por qué, sigo manteniendo las piernas encogidas por si decides dormir a mis pies; al igual que he movida la silla mirando si pudiera pillarte con las ruedas, pero no había peligro. Ha sido un poco duro y quizás por eso, no sé si de verdad o si ha sido inventado, el olor a suavizante por unos segundos se ha parecido mas a tí, al tuyo concretamente.
Y he cerrado los ojos, y he respirado a fondo, y he querido pensar, que ha sido un regalito para poder seguir haciendo algo.
Gracias
Tanto si has sido tú, como si ha sido mi subconsciente, que tan bien ha sabido utilizarte.
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