Un día después no ha habido buenos días por tu parte como cuando llegabas de la calle con papá.
No has hecho mudanza con la mesilla de noche en mi cuarto, ni me has metido las zapatillas debajo de la cama andando a oscuras hasta lograr tu "lugar perfecto" para dormir hasta que yo me levantara.
No he ido con mil ojos por el pasillo buscando algún resto de tÍ durante la noche.
No he desayunado galletas porque no tenía a quién darle el cuarto que siempre me sobraba, ni tampoco tostadas porque nadie iba a comerse los bordes del bimbo.
No he tenido que ventilar tu cuarto para ponerme a estudiar porque hoy olía a suavizante de la ropa tendida y ya no tanto a tí.
No he barrido porque tampoco hay nadie que vaya pisando cada matojo de pelusas y pelos que sacaba, y porque los pelos son menos que ayer.
He probado a andar descalza por casa y se me hace raro que al alzar el pie, no se haya convertido en el de un mono peludo.
No tienes la culpa, pero, ¿sabes? no he podido estudiar esta mañana, tampoco hay nadie que me mantenga los pies calentitos cuando se me caen las zapatillas estudiando en la silla.
No hay nadie que me mire raro cuando el sol del medio día entra por la ventana y le deslumbra en los ojos porque hoy no ha salido el sol, y porque ya no tengo que moverte tu colchón para que te de en el lomo y estés mas calentito.
Ya no he tenido que parar de hacer cosas a las 13:30 para organizar la comida, ni a las 14:30 tampoco tengo que ir a recoger a David, porque ya no tengo que salir contigo.
Ya no creo que coma macarrones con tomate en un buen tiempo y mi suerte es que la fruta no es mi fuerte, porque las mandarinas siempre tendrán un olor especial (y la manzana, y el melón...).
Ya no suenan las llaves y el cofre como antes. Ni los despertadores suenan a la misma hora.
Ahora todo es mas silencioso aunque parezca extraño, teniendo en cuenta que tú nunca hablaste.
Pero es que papá ya no te llama por la mañana con sus prisas por ir a la oficina y tu eterna pereza para los fríos mañaneros; mamá ya no te huye al llegar de trabajar para que no le llenes las medias de pelos, yo ya no me enfado cuando barro y tu andas o correteas por encima de mi montón de pelusas. Tu ya no ladras al primer perro, gato o ser vivo que se te cruza por delante. David ya no se queja de que te metas bajo sus piernas y no le dejes a él estirarlas. Ya no tenemos que cerrar puertas al irnos de casa, aunque yo esta mañana lo he hecho sin querer (será la rutina); ya no hay que hacer malabares para que no llegues al cubo de la basura, ni hay que rellenar tu bebedero de agua cada mañana, aunque yo he ido directa a ver si tenías; ya no habrá lametones al lavavajillas, ni hocicos en la cama para ver si te saco...
Ya no hay nada, sólo recuerdos.
¿Has pasado frío esta noche? Igual ya no lo notas porque estas cómodo allí donde estés, o igual, porque no estás tan lejos de donde creciste y no te pilla tan de sorpresa.
Yo te estoy echando mucho de menos, y me cuenta mas de lo que pensé que me costaría despertar sin tí cada mañana. Al menos, esta mañana, y creo que unas cuantas más.
Igual no te lo dijimos mucho, pero fuiste un gran perro.
Fuíste un gran amigo.