Que empiece la función
Ha llegado el día y como todos
mis días especiales, todo debe ir de mal a peor.
Madrugo para
acabar un tema del que me queda poco e ir a recoger a María antes de las 10 de
la mañana pues a las once, tengo ensayo.
Del ensayo no
hay mucho que decir, más que nada porque no fue como lo esperábamos. De cinco componentes
aparecimos dos nada mas, la música desapareció y el local estaba ocupado. Pero
no pasa nada, cuando se quieren hacer las cosas lo mejor posible, cualquier enmienda
se encuentra para que axial sea, axial que convertimos mi salón en un pequeño
antro de ensayo y youtube nos hace de Dj. Además tenemos hasta publico, pues María
nos aplaude cada vez que acabamos y a optado hasta por aprenderse la coreografía
de lo que le gusta.
La tarde no es mucho mejor. Justo
hoy que necesito ir más rápido y quiero descansar un poco, todo el mundo tiene
sus planes. Me enfado bastante, pero creo que es conmigo misma. Parece que el
destino quiere que aprenda de una vez que para cualquier ocasión, uno debe
contar con uno mismo nada más, pues nunca se sabe que puede ocurrir y el resto
del mundo puede tener cosas mejores que hacer, mas prioritarias (o no) que
estar donde tu quieres, cuando axial lo requieres.
Hago la
comida deprisa, pero no por ello con menos cariño y la verdad me sale rica. Me
esmero porque quien me acompaña a comer es un poco sibarita y ya que me ha
pedido ese menú, no quiero fallarle, pero además, es que no quiero que me salga
mal nada más.
Ducha rápida
y al teatro al último ensayo. Son las cinco de la tarde.
Allá voy, con todo mi vestuario a
cuestas bien planchado, mis pinturas y demás arreos en la mochila y la
ilusión-tristeza haciendo un pulso con los nervios. Lo cierto es que ninguno de
ellos ayudaba.
Pero llegas allí y todo parece de
película. Grandes pasillos blancos con camerinos repartidos por ellos con
nuestros nombres en las puertas por grupos. Contemporáneo avanzado. Ese es el
nuestro (Evita y yo, vamos juntas siempre a todos sitios), y al abrir, me río
con esa risilla nerviosa de cría que parece descubrir su mundo de caja de música
personal: hay espejos a ambos lados de la sala, con bombillitas a s alrededor,
como aquel tocador rosa que tenia de pequeña, en el que maquillaba a mis
muñecas. Las sillas son de plástico duro blanco pero con un diseño bonito. Y
hay aire acondicionado para nuestra suerte! Al fondo hay una barra con ruedas,
donde empezamos a colocar el vestuario. Aparece Eva, que nos da el toque para
calentar, pues somos los primeros en ensayar. Entonces, cuando te metes por
aquellos pasillos enormes y largos llegas allí, a ese cajón negro enorme que
llaman escenario, y delante de él, 700 sillas plegadas de color naranja, que más
tarde llenaran familias y amigos.
Primer ensayo: nefasto.
Tengamos en
cuenta que es la primera vez que ensayamos os cinco juntos pues entre unas
cosas y otras, nunca podíamos todos ir a clase o juntarnos otro día. El toque
de atención de Eva es brutal, hasta el punto de pensare si saldremos o no a
actuar. Miro a Evita, y lo cierto es que yo ya no se si reír o llorar. Hasta el
último día va a dejarme ese mal sabor de boca.
Segundo ensayo: a mejorar
De este no
haré descripción, me ha dado tantos malos ratos tantos días seguidos, que de no ser por Adán y nuestro solo
teatral, le hubiera cogido hasta asco al dichoso bailecito.
Vuelvo a casa me ducho y arreglo
el pelo, me quito los tres pelillos de las cejas que me sobresalen y me preparo
a conciencia para lo que pocos saben, será mi ultimo baile en el CAE. Decido
que a pesar de todo, voy a pasármelo bien, pues es lo único que depende de mí,
y la única que puedo regalármelo.
A velocidad
de rayo, llamo a quien como pocos, son contadas las veces que me falla (y esta,
sabia que no lo haría), para que me lleve al teatro de nuevo, pues papa y mama
ya están recogiendo al resto para venir a verme.
Maquillaje,
maquilladora improvisada de los compañeros, alguna que otra foto y algún que
otro ensayo improvisado. Nervios de unos y otros que se contagias con la
tranquilidad y disfrute de otros. Yo la verdad es que por sentir, ya no me
acordaba ni de que tenía que hacerlo.
21:00h, el teatro lleno y la luz
apagada. Somos la primera actuación tras la presentación y estamos colocados en
los laterales. Yo soy la única que sale sola desde la derecha, por lo que mis
cuatro compañeros están justo enfrente de mí.
Ahora si que lo noto. Empiezo a
tener ese sudor en las manos incomodo y ese palpitar que sin tocar, te notas
hasta en la garganta. Y calor, mucho calor repentina, que parece que te vas a marear.
Entonces te das cuenta que además de los nervios, todo tiene que ver con que te
has colocado justo delante de los pocos focos de luz que hay en el escenario y
por tanto, además de estar iluminada como nadie, tienes no se cuantos vatios de
calor en tu espalda.
Suena la música
Tercer ocho que cuentas
Cierras los ojos
Es la primera y última carrera a
un escenario
Es
la última vez, mi última vez, y voy a pasármelo bien