Cuando te observo, en realidad veo una pagina en blanco y, sin quererlo, me entra ese pánico que solo entiende quien sabe lo que es escribir a diario y un día de repente, creer que ha olvidado como se hace.
Contigo me pasó desde el principio de los principios.
Parecías alguien lejano, diferente y totalmente opuesto a mi. Reías y hablabas con facilidad, te movías con soltura alrededor de todo aquel con quien te parabas a charlar, tu sonrisa era especial, simple, discreta, sincera... como todo lo que salia por tu boca.
Sabias actuar, es mas, eres maravilloso adaptándote a cada situación en cada momento y con cada persona. Haces lo que debes.
Sabes hacer que la gente sonría y se interese por ti, peor tu como un mago hábil y dichoso, sabes mover el centro de atención a tu antojo, siempre bajo un velo de tragicomedia que pocos logramos entender.
Tu, callado y racional, te vuelves loco contando anécdotas para luego sumergirte en tu silencio profundo y distante que a veces, (me) ahoga. Tu, tranquilo y optimista, (me) sacas del ahogo con un beso lleno de calma, sin darte cuenta que, a veces, es esa misma calma la que (me) ahoga aun mas.
A ti, que te conocí cuando mas perdida estaba, cuando mas necesitaba una mano amiga que me sacra de mí, para demostrar que no era solo esa figura de humo que se desvaía a la sombra de la multitud entre libros. A ti, que aun hoy nos quedamos en silencio, mirándonos, tu perdiéndote en mi y yo intentando encontrarme entre cada paso cansado y a veces aturdido. A ti, que nunca renunciaste, incluso el día que quisiste pasar de pagina y bajarte de mi mundo.
Hoy va por ti.
Que después de enfrentarme a tu pagina en blanco que ya ha pasado a ser la nuestra, solo deseo empezar a escribir sobre ti, sobre mi y sobre la magia que se despierta cuando estamos juntos.
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