Aunque a veces ya no sabías quién era, te tomaba de la mano.
Aunque no tenías recuerdos mas allá de mi infancia, y no sabía muy bien por qué me sonreías y me tirabas besos, te apretaba fuerte la mano y te devolvía la sonrisa.
Aunque a veces me ignorabas con la mirada perdida hacia el techo, te preguntaba qué mirabas por si en una de esas, al mirarme, volvías a reconocerme y podías quedarte.
En lo mas profundo de esas neuronas que ya no estaban, alguna luz había, aunque fuera muy difusa, pero la había, y te permitía recordar quién era yo, quién estaba delante de tí, quién fui para ti.
Te olvidaste de tantas cosas: de lo que comías, de dónde estabas, de lo que hacías... y volvías a ser un bebe al que cuidar, con las mismas ganas de cuidarnos (cuando lo recordabas) de siempre.
Comenzaste por ver mujeres y niños que venían a verte (supongo que por tu vida, siempre tan rodeada de gente, siempre con las puertas abiertas a quien quisiera acercarse), y al final, dejaste de reconocer a los que convivieron contigo casi toda una vida.
Era difícil entender que esos "humos" que a veces nacían en ti, hacia nosotros, los que mas te queríamos, era producto de esa enfermedad llamada olvido.
Me regalaste tu ultimo día, sin olvidos, sin ignorarme, sabiendo quiénes eramos ambas, y aunque u te olvidaste de todos, ahí estábamos, para recordarte una y otra vez cada cara, cada nombre, cada parentesco...
Dicen que muere aquel que es olvidado...
Cuéntame, ¿qué tal te va por allí?, mira que nunca te gustó volar y ya llevas un tiempo allí arriba...
No se te olvida
pero sí que se te hecha mucho de menos