Mientras tu destino y mi casualidad chocaban al doblar la esquina y entraban en un dramático debate en el que decidirían si complicarse o no la vida, ya habíamos sudado nuestro primer te quiero bajo la luz de la farola.
No teníamos prisa, teníamos incertidumbre.
No teníamos ganas, teníamos miedo.
Despierta cariño, creo que va para cuatro años de acuerdo.