Siempre he pensado que la clave estaba en la mirada.
Miras.
Te mira.
Se cruzan las miradas y se detienen en un punto.
No lo puedes evitar.
Vuelves a sentir ese escalofrío recorriendo tu cuerpo.
Pensamientos. Sentimientos. Sensaciones. Recuerdos, Todo invade tu cuerpo y, entonces, suspiras.
No importa cuanto tiempo pase, que cuando esas miradas se vuelcan a encontrar, volverás a sentir ese mismo temblor, recorriéndote por dentro. Y es ahí, cuando caes en la cuenta que la clave no esta en la mirada, sino, precisamente, en la persona con la que te miras. Esa persona que hace de una simple mirada, algo único, Y es que una mirada solo puede ser así de especial cuando lo es con la persona oportuna.
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