Lola solía decir que un niño que no se "menea" no era un niño normal, es decir, no era un niño como lo que se entiende por sano.
Él tenía toda la carita de un niño profundamente dormido, y es que dormía tal y como un angel.
Que lástima que todos los alli presentes vestidos de verde, supieramos que el concepto "dormir" era mas literal y profundo de lo que alcanzabamos a explicar a los suyos; que pena que alguien tan vivo y lleno de actividad, se paralizara en tan pco tiempo, casi sin causa y sin remedio; que mierda que los suyos lo dejaran; qué lástima saber que cada respiración incentivada por aquel aparato, cubría una necesidad que él ya no era capaz de hacer por sí mismo. La primera de muchas otras que le quedaban por olvidar, que le harían dormir mas profundo.
Tan profundo como eterno.
Que mierda que sus padres le llevaran tan vivo y lo encontraran tan muerto.
Nunca me gustaron los bichos, aunque sé que son los amigos preferidos de los niños.
Mucho menos me gustan los bichos cuando habitan donde no se les da invitación.
Igual me ocurre con la palabra "encefalitis", algo que une niño y bicho en condiciones de resultado negatico; un tipo de inflamacion que a pesar de ser poco común, me he topado en tres ocasiones con ella y con final desastrosamente horrible. Una palabra que me eriza hasta el ultimo rinconcito de mi piel. Una palabra que me da miedo.
El trabajo debería quedarse en esas cuatro paredes y limitado al horario que el turno marque. Pero mi trabajo es mayoritariamente humanitario. En prácticas prometí no dedicarme a los niños despues de que C.F muriera en mis brazos a sus 3 años. Cuatro años despues, J.M lo hace a los 6; justo cuando yo me doy cuenta, que quiero seguir regalando pulseras a niñas que solo aplacan su miedo cuando me ven; que quiero salir corriendo a zarandear a un ser asombroso que se esfuerza por vivir por sí sólo con sus 650gr de peso, pero que ha olvidado respirar; que quiero seguir dando el primer biberon a aquella que no tenía formado del todo su pequeño aparato digestivo y así, con un largo etc que no he llegado a conocer aún.
Mi trabajo es asombrosamente maravilloso e injusto en muchas ocasiones, pero me da el ánimo y el empuje para querer ser mejor en él, por cada una de sus sonrisas, a pesar de algunas que otras de sus lágrimas.