Voy a intentar explicártelo de una forma matemática:
En mi vida pasada, antes de tí, yo siempre fui un simple cero.
Tras probar con uno o dos, formar códigos binarios positivos, pensar haber encontrado el amor verdadero, formar un par... siempre llegaba el momento en el que descubría que siempre acabaría siendo cero, ese cero a la izquierda que no daba valor ni sentido a nada. Así que como suele decirse, uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, y no se si lo supieron, pero perdieron a cero.
Volví a mi cero absoluto, y a mi lado izquierdo, tan negativo como siempre, apareciste tú, para darme la mano y tratarme como una reina.
A mí, cero, me gustaba que tu, menos uno, fueras original, tener un hueco que rellenar. Me gustaba que menos uno no fuese uno más, que no fuese ordinal. Que cuando jugásemos al uno menos uno, no me dejases ganar. Yo, cero, sentía que a diferencia de unos, menos uno me trataba como un numero de verdad, sin peros, sin querer darme valor con comas entre nosotros.
Porque a menos uno, le encantaba estar bajo cero.
Porque cero, que nunca valió nada, menos uno, le dio valor.
Y juntos empezamos a contar hacia lo que mas miedo nos daba: hasta uno o hasta dos... y llegamos al cinco con la decisión de rozar el infinito.
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