Hay momentos en que la vida te pone difíciles pruebas, las circunstancias parecen marcar grandes diferencias, las decepciones nos hacen personas duras, desconfiadas, nos hace crear un escudo que nos protege de todos, incluso de los que no han roto nada, juzgamos a justos por pecadores, nos llenamos de sentimientos de angustia e incluso antes de enfrentar la realidad, una realidad que podría llegar a sorprendernos, a cautivarnos y a derribar las barreras para volver a confiar.
Fuiste tu el que no se rindió, el que incluso conociendo mis defectos y mis cambios de humor, nunca se rindió, tu que luchaste con mis miedos, con mis inseguridades, que aceptaste mis errores, mi pasado, mis distintos matices y mis absurdos miedos.
A ti que no fuiste el primero en mi vida, a ti que llegaste cuando estaba vencida, cuando no creía en nada, cuando en mí no había cabida para el amor, fuiste tu quien rompió mis nuevas y absurdas reglas en esa, mi asignatura pendiente.
Tu que no te dejaste llevas pro la primera impresión (o tal vez, ¿si?), que te diste el tiempo para conocerme mejor, para saber que en el fondo no soy una mas del montón, que tu infinita paciencia, con tu pasión y tu entrega y con todos esos besos terminaste por derrumbar mi resistencia.
¿Cómo no agradecerte, si has traído a mi vida la alegría, me has envuelto en confianza y me has hecho volver a creer en las cosas buenas de la vida?
Es un placer inmenso contar con tu compañía, sentir tu mano en la mía, tu apoyo, tu confianza, tus besos y tus caricias.
Hubiese preferido que fueras el primero y el único de mi vida, pero así es esto... primero se falla para poder reconocer al de verdad.
Creo que al final tantas palabras sobran, quiero pagarte con risas y alegrías todo lo que me has hecho sentir.
Gracias por mostrarme que después de la oscuridad siempre viene la luz, que después de un mal momento, siempre llega algo mejor.
Feliz cuarto