Definitivo, como todo lo que es simple.
Nuestro dolor no viene de las cosas vividas, sino de las cosas que fueron soñadas y que no se cumplieron.
Sufrimos, pero ¿por qué?
Porque automáticamente olvidamos lo que fue disfrutado y comenzamos a sufrir por nuestras proyecciones irrealizadas, por todas las ciudades que nos hubiera gustado conocer tal cual en nuestra imaginación y no lo hicimos, por todos los espectáculos, libros y silencios que nos hubiera gustado haber compartido y no compartimos, por los besos cancelados hasta la eternidad. Sufrimos no porque nuestro trabajo es desgastante y poco remunerado, sino por todas las horas libres que dejamos de tener para el cine, para conversar con un amigo, para nadar, para enamorarnos.
Sufrimos no porque nuestra madre sea impaciente, sino por todos los momentos que podríamos estar confidenciando con ella nuestras mas profundas angustias y ella estuviese interesada en comprenderlas.
Sufrimos no porque envejezcamos sino porque el futuro nos esta siendo confiscado, impidiendo asi que mil aventuras nos sucedan, todas aquellas con las cuales soñamos y nunca llegamos a tener.
¿Cómo aliviar el dolor de lo que no fue vivido? la respuesta es simple como un verso:
Cada día que vivo me convenzo más de que el desperdicio de la vida esta en el amor que no damos, las fuerzas que no usamos, la prudencia egoísta que nada arriesga, y que esquivándose del sufrimiento, hace perder también la felicidad.
El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional.
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