martes, 19 de marzo de 2013

Son mas que siete años


Dicen que el amor dura siete años.
Ahora sé sincera y contéstame: ¿serías capaz durante siete años de entregarte a alguien sin reservas, de darlo todo sin limites, sin dudas ni temores, sabiendo que esa persona a la que quieres mas que a nada en el mundo olvidará casi todo lo que habreis vivido juntos? ¿Aceptarías que tus atenciones, tus gestos de amor se borraran de su memoria, y que la naturaleza, a la que le horroriza el vacío, llenará un dia esa amnesia con reproches y anhelos no cumplidos? Consciente de que todo ello es inevitable, ¿encontrarías pese a todo la fuerza de levantarte en mitad de la noche cuando la persona a la que quieres tiene sed, o simplemente una pesadilla? ¿Tendrías ganas todas las mañanas de prepararle el desayuno, de velar por distraerla todo el dia, divertirla, leerle cuentos cuando se aburra, cantarle canciones, salir porque necesitará que le dé el aire, incluso cuando hace un frío helador? Y, al llegar la noche, ¿ignorarás el cansancio, iras a sentarte al pie de su cama para aplacar sus miedos y hablarle de un porvenir que, irremediablemente, vivirá lejor de tí?. Si tu repuesta a cada una de esas preguntas es sí, entonces perdóname por haberte juzgado mal, sabes de verdad lo que es amar.

- ¿Me estas hablando de mamá?
- No querida, te estoy hablando de ti. 

Este amor que acabo de describirte es el de un padre o una madre por sus hijos. Cuántos días o cuántas noches pasados velando por tí, al acecho del mas mínimo peligro que pudiera amenazarte, mirandote, ayudandote a crecer, secando tus lágrimas, haciendote reir; cuántos parques en invierno y cuántas playas en verano, cuántos kilometros recorridos, cuántas palabras repetidas, cuánto tiempo dedicado a tí. Y, sin embargo, sin embargo... ¿a qué edad se remontan tus primeros recuerdos de infancia?. ¿Te imaginas hasta que punto hay que amar para aprender a no vivir más que por tí, sabiendo que olvidarás todo de tus primeros años, que en los años venideros sufrirás por lo que no hayamos hecho bien, que llegará un día, irremediablemente en que te separarás de nosotros, orgullosa de tu libertad? ¿Sabes cómo se sufre el dia que un hijo se va? ¿Te has imaginado si quiera el sabor de esa ruptura?. Voy a decirte lo que ocurre, uno estará ahí, como un idiota en la puerta mirandote marchar, convenciendose de que tienes que alegrarte de esa partida necesaria, amar la despreocupación que te empuja y a nosotros nos desposee de nuestra propia carne. Una vez cerrada la puerta, habrá que volver a aprenderlo todo; volver a aprender a amueblar las habitaciones vacias, a no acechar ya mas el ruido de tus pasos, a olvidar esos crujidos tranquilizadores en el pasillo cuando vuelves tarde por la noche, y uno se duerme por fin tranquilo, mientras que entonces tendrá que tratar de conciliar el sueño, en vano, puesto que ya no volverás. 
¿Ves hija mía?, sin embargo, ningún padre ni ninguna madre se vanagloria de ello. En eso consiste amar, y no tenemos elección puesto que os queremos.

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