Justo aquí, ahora, en este preciso momento, no tienes por qué "resolver" el resto de tu vida, y no importa lo que digan o esperen los demás de ti.
En este momento no necesitas todas las respuestas, vendrán (a su tiempo, o no), o quizás aquella pregunta innecesaria simplemente se desvanecerá. No hay prisa. La vida no tiene prisa: lo tiene todo programado hagas lo que hagas. Sé como las estaciones del año. El invierno no está tratando de convertirse en verano y a la primavera no le urge el otoño.
Tal vez ese no saber es un huésped bienvenido al banquete de la vida, la apertura a todas las posibilidades. Tal vez incluso la confusión pueda llegar a descansar aquí. Y así, en lugar de querer "arreglar" la vida, en lugar de tratar de resolver cuidadosamente lo imposible y completar esa historia épica de un ficticio héroe, simplemente nos relajamos en el absoluto no saber, desentrañando todo el cálido abrazo del misterio, sumergiéndonos profundamente en el momento, saboreándolo plenamente con toda su singularidad y grandeza.
Y entonces, tal vez sin ningún esfuerzo, sin lucha ni tensión, si que te tengas que involucrar en nada, las verdaderas respuestas surgirán dulcemente en su propio tiempo.